Columnas

El depredador de la Sabana

La actual administración distrital ha confirmado la validez de ese viejo proverbio que dice que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Petro y su Bogotá Humana se han caracterizado por un profundo divorcio entre palabras y hechos, entre los nobles propósitos de sus discursos y los pobres resultados de sus acciones. Precisamente, eso es lo que ha pasado con los postulados del Alcalde sobre la preservación de la Sabana, con el agravante, en este caso, de que las medidas adoptadas para alcanzar este objetivo terminaron siendo totalmente contraproducentes.

Petro le ha planteado a la ciudad un falso dilema entre expansión y densificación urbana, y con ello, a pesar de su pretendido deseo de preservar el medioambiente y de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos más vulnerables de la ciudad, ha terminado convirtiéndose en el depredador de la Sabana y ha expulsado de la capital a sus habitantes más pobres. En este caso el proverbial desgreño administrativo que ha caracterizado a la Bogotá Humana se ha visto potenciado por la terca insistencia del Alcalde en aplicar unas políticas de contención urbana que, cuestionadas por la academia, ya están dejando a la vista sus terribles consecuencias.

A este respecto, en el libro Planeta de ciudades, publicado en castellano por la Universidad del Rosario, el profesor Shlomo Angel, tras analizar una vasta muestra de ciudades en largos períodos de tiempo, llega a la conclusión de que la expansión de las ciudades derivada del crecimiento de la población urbana es un fenómeno irrefrenable y que lo único que podemos hacer ante esta realidad es ordenar esa expansión para al menos mitigar sus consecuencias negativas; incluso Manhattan, ejemplo paradigmático de concentración, ha visto crecer la huella urbana a su alrededor y ha experimentado una significativa disminución de su densidad poblacional en los últimos 100 años. Adicionalmente, el profesor Angel, basado en las experiencias de varias metrópolis, concluye que los principales perjudicados con las políticas draconianas de contención urbana son los pobres, que ante la escasez de oferta de vivienda ven como sube el precio de los arriendos y se esfuman sus sueños de tener casa propia. El corolario natural de estos hallazgos es que los laudables esfuerzos de redensificación urbana no pueden sustituir el oportuno encausamiento de la inevitable expansión de las ciudades y que la obstinada negación de esta realidad no detendrá la expansión, solo la convertirá en un proceso anárquico y desordenado. 

Es bajo este prisma que se deben evaluar las políticas urbanísticas de Petro. En este sentido hay que recordar que como complemento a su propuesta de redinsificación del centro ampliado, el Alcalde ha paralizado proyectos urbanísticos concebidos por administraciones pasadas en los bordes norte y sur de la ciudad que hubieran representado la construcción de cerca de 190.000 viviendas nuevas, arguyendo que de este modo está impidiendo la depredación de la Sabana y el desplazamiento de la población vulnerable a los extramuros de la capital. Lamentablemente es precisamente eso lo que estas medidas están provocando.

Según el DANE durante los tres años de la Bogotá Humana el municipio de Soacha inició la construcción de 46.175 viviendas para la población más desfavorecida (VIP o VIS), casi el doble de la cifra registrada durante los cuatro años de la administración anterior. Esto refleja que ante la imposibilidad de conseguir viviendas asequibles en la capital, las familias más vulnerables han tenido que buscar mejores horizontes en los municipios circunvecinos, donde por lo general el acceso a los servicios públicos es más precario y donde una débil institucionalidad municipal hace temer un crecimiento caótico y poco respetuoso con la Sabana. 

Y es que Petro, quien se comprometió a habilitar 470 hectáreas de suelo urbanizable y a construir 70.000 VIP durante su cuatrenio, solo ha logrado habilitar 94 hectáreas y únicamente ha construido 9.889 VIP según el último informe de la veeduría distrital. La consecuente escasez de oferta ha disparado el precio de los arriendos y de la vivienda en la capital −entre el 2006 y el 2014 en Bogotá el índice de precios de vivienda nueva (IPVN) creció a una tasa de 10.2% anual mientras que la tasa equivalente del índice de costos de construcción de vivienda (ICCV) fue solo de 2,6 %−, situación que se ha visto agudizada por el confiscatorio aumento del impuesto predial con el que la Bogotá Humana ha castigado a los bogotanos. 

Como vemos, el cinturón verde que Petro ha querido ceñirle a la fuerza a Bogotá, sumado a la incapacidad de su administración para adelantar la tan cacareada redensificación, ha desencadenado un proceso de suburbanización descontrolado en municipios como Soacha, Madrid, Funza, Mosquera, Cota y Chía. Así, a cuenta de su voluntarismo impenitente y a pesar de su deseo de preservar la Sabana, Petro terminó convirtiéndose en su principal depredador. Y es que no hay que olvidar que como decía don José Manuel Marroquín, “es flaca sobremanera / toda humana previsión, / pues en más de una ocasión / sale lo que no se espera”.