¡Hombre Carlos! ¡Lástima no haber sabido que nos ibas a acompañar durante el plebiscito del domingo! Siempre es grato poder atender amigos chilenos en esta brumosa ciudad andina y así intentar saldar la impagable deuda que tengo con el querido pueblo de Chile. Espero que la próxima vez que nos visites podamos vernos.
Quiero, empero, hacer unas precisiones sobre las razones que das sobre el inesperado resultado del 2 de octubre. Aunque naturalmente -en vista de que soy Concejal de Bogotá por el Centro Democrático- debes tomar las cosas que digo con beneficio de inventario, creo que puede resultarte enriquecedor oír esta cara de la moneda.
En primer lugar, atendiendo a lo que señalas respecto a la precipitud con que se adelantó el ejercicio plesbicitario y que permitió hacer campaña solo durante 5 semanas, hay que apuntar que el único responsable de esa situación fue Santos, quien necesitaba hacer el plebiscito antes de llevar al Congreso la reforma tributaria que tiene que presentar esta semana o la próxima para que Colombia no pierda el grado de inversión; Santos era perfectamente consciente de que la aprobación de esa reforma antes del plebiscito podía afectar la votación del SI negativamente. Pero a pesar de que la campaña formal fue de 5 semanas hay que decir que desde las pasadas elecciones presidenciales (Mayo 2014), cuando se publicaron borradores de 3 de los puntos de la agenda de negociaciones, el Gobierno de Santos no ha hecho otra cosas que hacer un día sí y otro también pedagogía por el SI. Y si hubieras estado acá en Colombia durante las ultimas cinco semanas te hubieras escandalizado con la saturación publicitaria en favor del SI a la que fueron sometidos los colombianos en televisión, radio y redes sociales por parte del Gobierno Nacional.
La campaña fue desigual y quienes abanderábamos el NO a los acuerdos no contábamos con las mismas garantías que los que defendían el SI. Para empezar, se cambiaron las reglas de juego: para este plebiscito y solo para este plebiscito se cambió el umbral requerido, que pasó de ser de 50 % de participación a 13 % de aprobación; con esta modificación se planteó que para una población de 48.000.000 de habitantes se requiriera el mismo número de votos por el SI que obtuvo el plebiscito de 1957, cuando la población colombiana podía rondar los 18.000.000 de habitantes. Como si esto fuera poco, de manera excepcional, se permitió que los funcionarios públicos hicieran campaña en uno u otro sentido -por ejemplo, la Ministra de Educación pidió licencia para liderar la campaña por el SI- y se negó el planteamiento para que ambas campañas fueran financiadas exclusivamente con recursos públicos; por el contrario, se definió una pedagogía cuya transmisión era de carácter obligatorio, pedagogía que tenía un claro sesgo a favor del SI. Adicionalmente el Presidente Santos, en contravía de lo que recomendó la Corte Constitucional, formuló una pregunta en la que aludía directamente a la "paz", término que recomendó no usar el alto tribunal por ser un derecho de todos los colombianos y que por lo mismo no podía ser sometido a una consulta popular; la idea era que se preguntara sobre los acuerdos de La Habana en particular, pero Santos hizo caso omiso de lo dicho por la corte y cuando se le cuestionó ese hecho él respondió que él podía formular la pregunta que le diera la gana. Las amenazas a los funcionarios y las presiones a los alcaldes y gobernadores para que se comprometieran con el SI estuvieron a la orden del día, al punto que el Presidente Santos, en un evento público en Barranquilla donde estaba entregando casas a ahorradores, condicionó futuras asignaciones presupuestales a los votos que pusieran al SI los distintos departamentos. Los medios de comunicación, salvo un canal de televisión y una que otra emisora -acá en Colombia hay una cultura radial que sorprende a los extranjeros-, estaban abiertamente a favor del SI y el cubrimiento de la firma del evento del 26 de septiembre en Cartagena tuvo un cubrimiento sin precedentes a menos de una semana de la realización del plebiscito. Si se tienen en cuenta todas estas circunstancias se podrá entender de mejor manera la importancia y el sentido de que finalmente haya ganado el NO.
Decir que el triunfo del NO, como sugiere una de las personas que comentó tu vídeo, es prueba de que a veces los pueblos se equivocan es no querer ahondar en las causas de un fenómeno y quedarse en la superficie de las cosas. Habría que empezar reconociendo que de uno y otro lado hubo desinformación, y que así como algunos voceros del NO pudieron exagerar algunos de los riesgos de los acuerdos, unos abanderados del SI exaltaban hiperbólicamente los supuestos beneficios que traería su implementación. Dicho eso, paso a contextualizar los acuerdos. En primer lugar hay que señalar que las FARC -que no superan los 15.000 hombres en armas- no son el único grupo armado al margen de la ley en Colombia, donde la violencia, que aunque originariamente pudo tener su explicación en la exclusión política y en desigualdades en la riqueza y en la tenencia de la tierra, hoy está estrechamente relacionada con el narcotrafico. Por otro lado el grueso de los homicidios en el país, cerca del 90 %, no están relacionados ni con las FARC y el ELN, aunque hay que reconocer que algunos de sus actos terroristas suelen ser los más escandalosos. Las FARC son objeto de un rechazo casi unánime por parte de los colombianos y su cúpula es responsable de delitos de lesa humanidad como el reclutamiento forzoso de menores, el secuestro y la utilización de minas anti-personales, y la gran mayoría de los jefes farianos ya han sido condenados en repetidas ocasiones por los tribunales de justicia de Colombia. Si a todo esto se le suma la baja favorabilidad del presidente Santos no debe extrañar el resultado del pasado domingo. Tú mencionas que darle 5 curules en la Cámara de Representantes y 5 curules en el Senado durante dos periodos constitucionales -8 años- no parece ser una gran concesión a la guerrilla, pero pasas por alto la baja representación popular de las FARC, el hecho de que se les hayan abierto las puertas del Congreso a criminales de lesa humanidad en contra de las disposiciones constitucionales vigentes -Artículo 179, Numeral 1- y que el principal partido de la izquierda democrática en el país, a saber, el Polo Democratico Alternativo, hoy solo cuente con 5 Senadores y 3 Representantes a la Cámara. Creo que resulta evidente la sobrerepresentacion que se le estaba entregando al grupo guerrillero y eso naturalmente chocaba con él sentido de justicia de los colombianos. Como si esto fuera poco las FARC no asumieron un compromiso concreto de reparar a las víctimas con los recursos que han amasado durante años a través del narcotrafico, el secuestro y la extorsión; en la víspera de la votación hicieron un anuncio gaseoso sobre estos temas, pero eso no quedó plasmado en las 297 páginas de los acuerdos. Y es que el grueso de los compromisos contenidos en los acuerdos fue asumido por el Gobierno Nacional, al punto que el partido político de las FARC contaría con financiación -mayor a la de los demás partidos- durante 10 años, y acceso a 31 emisoras de radio. Las FARC se han mostrado arrogantes, no todo el mundo les cree sus actos actos de contrición y no cumplieron el compromiso que asumieron al principio del 2015 de liberar a todos los menores de edad reclutados forzosamente. Las encuestas respecto a la intención del voto en una eventual refrendación variaron a lo largo del tiempo: unas veces, muy pocas, ganaba el NO, la mayor parte de las veces el SI; sin embargo, hubo dos constantes a los largo de estos largos cuatro años de conversaciones: entre el 70 y el 80 % de los encuestados rechazaban que los jefes de las FARC no pagarán cárcel y que pudieran acceder a cargos de elección popular. Como Santos decidió no adelantar un referendo, en el que podía dividir el acuerdo en varias preguntas de tal manera que el votante pudiera decir SI o NO a distintos aspectos de los acuerdos, finalmente los colombianos tuvieron que pronunciarse en bloque sobre un texto de 297 páginas, que de haber sido aprobado hubiera pasado hacer parte del bloque de constitucionalidad.
Todos estos elementos pueden arrojar luces sobre las razones por las que el domingo pasado se terminó imponiendo el NO en el ejercicio electoral del pasado 2 de octubre. Quienes rechazamos los acuerdos no queremos que se perpetúe la guerra y nos duelen tanto como a los del SI los muertos que ha dejado la violencia en el país. Estamos lejos de suscribir el "ni perdón ni olvido" que hizo carrera en algunos lugares del Cono Sur ante las violaciones de lo derechos humanos perpetradas por las dictaduras militares; hay conciencia de que en aras de la paz se puede aceptar una reducción de penas, pero no ausencia total de penas, ni elegibilidad política para crimínales de lesa humanidad. Los altos niveles de impunidad que contenían los acuerdos podían sentar un mal precedente e incitar a los otros grupos armados al margen de la ley a escalar la violencia para que este gobierno u otro les diera un tratamiento similar que al que se le dio a las FARC, sobretodo cuando durante las conversaciones en La Habana las hectáreas de cultivos de coca han vuelto a crecer, pasando de 69.000 hectáreas en 2014 a 96.000 en 2016 según la ONU.
Es posible que los pueblos se equivoquen, pero creo que antes de aventurar una afirmación semejante es conveniente empaparse de las realidades que viven. En fin. Un abrazo, Carlos, y espero que la próxima vez que vengas por acá podamos vernos.